Recuerdo como si fuera ayer un día, (tendría unos 9 años), en que mis padres habían dejado puesto el Telediario y habían salido de la habitación. En ese momento, la presentadora advertía que iban a emitir unas imágenes muy duras, que convenía que no viera niños o personas sensibles. Eso me pegó a la tele, obviamente. Así vi cómo un hombre se suicidaba tirándose por una ventana, lo que me tuvo con pesadillas unas cuantas noches.
Después vinieron los saltos masivos el día del 11-S, y tantos otros momentos que todos recordamos. Ayer vi morir al acróbata del MadCool. No entraré a discutir sobre la ética de grabar el momento ni sobre la conveniencia de anular el espectáculo como organización o de abandonarlo como usuario. Simplemente estaba buscando otros puntos de vista, leyendo cómo la gente contaba que no es que le diera igual verle morir, que simplemente siguió bailando porque dieron por hecho que era parte del espectáculo y que no podía ser real. Y me encontré con el vídeo de la caída, y además varias veces. Y eso, sin ir a buscar el morbo.
Hoy me encuentro con la muerte en directo de una modelo ucraniana, que retransmitía cómo iban en coche su amiga y ella, bebiendo y bailando, hasta que de repente se estrellan contra un poste. Grito de pánico, imagen en negro, sonido del impacto, final del vídeo.
Voy a muerte por día, sin mensajes previos que adviertan de la crudeza de las imágenes, sin un posible control para que no lo vean niños o personas sensibles, sin un horario concreto sino a disposición del que quiera verlas.
Estoy totalmente a favor de la libertad de expresión, pero también creo que a todo nos acostumbramos. Que no podemos concienciarnos del drama real que sufren algunas personas porque estamos «hartos» de ver sufrir a gente y hemos aprendido a mirar para otro lado, y cuando nos muestran lo que les está pasando nos impresiona… a veces y solo un ratito. No nos pasamos varias noches con pesadillas.
¿Cuál es la solución? ¿Empezamos a censurar imágenes? Dudo mucho que esta medida nos aportara algo bueno como individuos o como sociedad. ¿Entonces? Yo no lo sé, ni es mi misión averiguarlo. Lo que sí sé es que ya soy capaz de ver estamparse a la modelo, terminar un informe y salir a darme un baño en la piscina con los niños. Y no me vuelvo a acordar hasta que me siento de nuevo y me la encuentro otra vez, y me choca haberlo olvidado tan fácilmente, y decido escribir sobre ello. Porque una de dos, o yo estoy enferma o, sintiéndolo mucho, nos hemos acostumbrado a la muerte en directo.
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