Juan Nava nos propone la documentación del pasado y recuperación y reelaboración gráfica. Mirar aquellos letreros tradicionales —los que siguen en pie y los que ya han caído— como si los tuviéramos por primera vez delante de nuestros ojos, y subrayar la validez actual de unos trabajos anónimos que fueron realizados sin pretensiones artísticas.
El resultado defiende la vigencia estética de aquellos letreros de origen casi siempre modesto, y reivindica el buen oficio de los antiguos rotulistas, un gremio artesanal prácticamente extinguido. Las propuestas quedan a disposición de visitantes y usuarios ocasionales a quienes quizá intriguen los resultados obtenidos en una época en que al ordenador ni se le conocía ni se le esperaba.
Semana tras semana y meticulosamente, nos regala un aporte tipográfico de esa época ya casi olvidada en el que cada trabajo era realizado con el mayor de los mimos.
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