los blogs no son el único fenómeno asociado a la llamada
Web 2.0, pero sí posiblemente el más llamativo y una
buena manera de entender los cambios que se operaron a lo largo de estos
últimos diez años. Dotada de un crecimiento meteórico, la llamada “blogosfera” evoluciona hasta el punto de alcanzar más de 70 millones
de sitios a principios de 2007 y duplicar su tamaño aproximadamente cada seis meses, según datos de Technorati (uno de los motores de búsqueda de referencia en el mundo de los blogs).
Además, la blogosfera comienza, lentamente, a cambiar las pautas de interacción entre las personas y las empresas. De la noche a la mañana, el poder de los clientes se multiplica por el tamaño del altavoz que éstos
poseen. Un simple episodio de insatisfacción de un cliente puede pasar, en cuestión de horas, a convertirse en un problema que llegue a afectar a las ventas de la compañía o a la cotización de sus acciones. Por ejemplo, la compañía Dell, líder en fabricación de ordenadores personales, sufrió el conocido como “Dell Hell” al publicar un blogger insatisfecho una carta abierta al presidente de la compañía, hecho que fue reflejado en todas las revistas y periódicos económicos y llegó a tener trascendencia tanto en las ventas de ordenadores como en los protocolos y maneras de actuación de la empresa a partir de entonces.
Sin embargo, los blogs, a pesar de su enorme pujanza, no son lo que conforma la totalidad de la llamada Web 2.0, pero sí es la súbita hiperabundancia de contenidos procedente de blogs y publicaciones de tipo personal o grassroot la que posibilita muchas de las características
de la Web 2.0.
Vía: «La empresa y la ‘Web 2.0
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