“Cualquier creación artística es hija de su tiempo y, la mayoría de las veces, madre de nuestros propios sentimientos. Igualmente, cada periodo cultural produce un arte que le es propio y que no puede repetirse. Pretender revivir principios artísticos del pasado puede dar como resultado, en el mejor de los casos, obras de arte que sean como un niño muerto antes de nacer.” Wasilly Kandinsky
Párate a mirar. Reconsidera qué es el arte. Ve a ver Retrospectiva de Wasilly Kandinsky en el Palacio de Cibeles.
A diferencia de algunos autores en los que ves sus cuadros y posiblemente el momento de su creación no afecta tan implícitamente a la obra, en Kandinsky se da el caso. Cuando recorres todo la trayectoria de sus obras, tal y como se ordenan en el Palacio, vas comprendiendo el sentido y el carácter de sus pinturas. Una abstracción muy compleja a los ojos de cualquier persona, que quizá prejuzga al no comprender las obras, cayendo en el error de hablar de algo aleatorio, sin sentido o absurdo.
Así como la pintura de Edvard Munch cuya expresión de sentimientos es obvia, a veces es complicado entender la abstracción como la supresión de formas reducida a conceptos o formas geométricas. El arte en muchas ocasiones ha quedado reducido a imitaciones de la realidad, sin la búsqueda de sentimientos, tan solo una simple burda copia de la naturaleza bajo una búsqueda de interpretación o con carácter práctico. En cambio, en Kandinsky vemos el racionalismo tras la pintura. El arte abstracto de Kandinsky surge de las sensaciones. Desarrolla teorías acerca del significado de los colores buceando en el alma, asociándolo a instrumentos y genera orquestas en una obra, olores, sentimientos.
Después de darnos cuenta de que el ser humano necesita un por qué para todo, descubrimos que hay emociones que no podemos contar con palabras, de esta manera nace el arte abstracto en la búsqueda de lo espiritual en el arte. El fin de las obras es provocar alteraciones en los espectadores que las contemplan, independientemente de su belleza, algunas obras buscan la exaltación, la burla, la agonía… De esta manera al recibir este tipo de obras el espectador tiene que estar abierto a esas vibraciones que es capaz de sentir. No hay una única forma de ver la obra. Cada persona es libre a la hora de contemplarla.
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